España logra salvar el lince ibérico
Una especie es catalogada en ‘peligro de extinción’
por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) cuando
el número de individuos adultos de su población se encuentra entre los 250 y
2.500 ejemplares. Otro de los requisitos es que la población total de este
animal haya disminuido entre un 70% y 80% en los últimos años. El lince ibérico
(Lynx pardinus) cumple ambos requisitos y por ello está protegida desde los
años 90. Gracias al trabajo de proyectos que luchan para preservar esta especie,
actualmente en la Península hay más de 1.365 ejemplares censados, una cifra que
bate récords.
Esta especie llegó a ser catalogada en 1986 como
‘especie en peligro crítico de extinción’. En aquél momento, la población del
lince había quedado reducida a 100 individuos repartidos en dos núcleos
aislados, que se encontraban en Sierra Morena y Doñana. «Un incendio forestal
grande podría haber hecho desaparecer a la especie», cuenta el responsable de
Proyectos del Programa de Especies de WWF España, Ramón Pérez de Ayala.
La destrucción del hábitat, los atropellos, la caza
furtiva y la reducción en la población de conejos silvestres fueron las
principales amenazas que dieron lugar al declive de esta especie. Esta situación
disparó todas las alarmas, haciendo que en el año 2002 se pusiera en marcha el
primer proyecto destinado a recuperar esta especie para evitar su total
extinción.
El primer
proyecto Life, bajo el nombre de ‘recuperación de las poblaciones del lince
ibérico en Andalucía’, supuso un hito en la conservación de esta especie y un
primer paso en el camino para conseguir la categorización de ‘fuera de
peligro’. Este programa contó con un presupuesto de más de 9 millones de euros,
de los que la Unión Europea aportó un 42%, y tenía como principal objetivo
«conectar las poblaciones que ya existían en Andalucía» y «asegurarse de que
había intercambios de individuos entre las poblaciones», explica Pérez de
Ayala. Gracias a estos primeros pasos, se aumentaría la variedad genética y se
dejaría atrás un problema de endogamia que podría causar taras físicas en los
animales.
Los primeros resultados positivos de este programa,
que tuvo una duración de cuatro años, fueron un aumento de linces ibéricos en
un 49% y el área de distribución de esta especie creció hasta el 73%. Debido a
esto, surgieron otras zonas diferentes que eran apropiadas y cumplían las
condiciones idóneas para la expansión de la especie.
En el desarrollo de estos programas participan
organizaciones como WWF-España, que actualmente está trabajando en el proyecto
Life Lynx Connect, que es «el más grande que hay», señala Pérez de Ayala. Es el
cuarto proyecto Life aprobado por la Comisión Europea para la conservación de
esta especie y tendrá una duración de cinco años, desde el 2020 hasta el 2025.
El objetivo principal es «aumentar tanto el tamaño
global de la población como la conectividad entre los núcleos del lince ibérico
para asegurar una metapoblación funcional autosensible y viable», explican en
su página web.
«Tenemos un trabajo de base, que es con lo que
empezamos y que es imprescindible, que es el seguimiento de la población de
esta especie» explica WWF. El procedimiento para evaluar la cantidad de
individuos es el ‘fototrampeo’, que funciona a través de varias cámaras
repartidas en las zonas de hábitat que se disparan al pasar estos animales.
Además, cada uno de ellos es identificado debido a las manchas de su piel, que
es su huella genética. Gracias a esto, se pueden estudiar «las causas de
mortalidad para evitarlo o, por lo menos, prevenirlo; los posibles movimientos
de dispersión y observar qué individuos se asientan», añade el experto.
Debido al trabajo de campo de este tipo de
programas, los núcleos en los que habita esta especie han pasado de ser dos,
situados en Andalucía, a ser ahora quince, catorce de ellos en España y uno en
Portugal.
Los últimos datos recogidos oficialmente por el
Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco)
demuestran que estos proyectos han funcionado, ya que se han alcanzado cifras
récord con un total de 1.365 ejemplares censados en 2021, entre adultos, subadultos
y cachorros. «Estuvimos dos o tres años creciendo un 30% de la población»,
explica WWF.
Del total de
ejemplares, 1.156 están en España, mientras que 209 se encuentran en Portugal.
La comunidad que cuenta con el mayor número es Andalucía con 519, seguido por
Castilla-La Mancha, que cuenta con 473, y Extremadura, que tiene 164
individuos. No obstante, la comunidad autónoma que ha registrado el mayor
número de cachorros nacidos durante la última temporada ha sido Castilla-La
Mancha, donde han nacido 208 crías y cuenta con 88 hembras reproductoras. En el
resto de las comunidades, nacieron 174 cachorros en Andalucía y 48 en
Extremadura.
El crecimiento del lince ha tenido una tendencia
ascendente en los últimos años, debido a la introducción de nuevas áreas de
población. Los expertos señalan que, en estas últimas poblaciones introducidas
a partir de 2014, «el trabajo se hizo muy bien», porque aprendieron de los
errores cometidos en las anteriores introducciones, donde tenían menos
información.
Por este motivo, el crecimiento ha sido desde
entonces mucho más rápido, en comparación con los trabajos anteriores, hasta
llegar a un punto en el que han llegado «a su máxima capacidad de carga y ya no
entran más individuos», por lo que el crecimiento se ha estabilizado. Debido a
esta situación, se han creado dos nuevos núcleos, uno en Sierra Arana en
Granada y otro en los Altos de Lorca en Murcia, y se espera aumentar el número
de zonas de población en los próximos años.
A la hora de establecer una población de lince
ibérico en un territorio determinado, hay que tener en cuenta varios factores
que pueden suponer una amenaza para que esta especie continúe creciendo. El
factor más importante es la cantidad de conejos que hay en un espacio, ya que
son el principal alimento de esta especie. «No es una causa de mortalidad, pero
su escasez dificulta la recuperación», aclara el experto.
Sin embargo, «en las zonas donde hay un buen hábitat
para el lince, pero no hay mucho conejo, ahí tenemos un lío muy importante».
Para que esta especie pueda establecerse en una localización y, a partir de
ahí, reproducirse y criar, es necesario que la población de conejos cumpla un mínimo.
«A partir de un conejo por hectárea, el lince empieza a criar. A partir de dos,
ya pueden tener dos o tres cachorros. Y, a partir de cuatro, ya tienen camadas
muy grandes, además de que en esas poblaciones es muy difícil que el conejo
desaparezca, aunque le entre la enfermedad», argumenta.
Sin embargo,
la principal causa de mortalidad del lince ibérico no se encuentra en el número
de conejos que haya en una localización, sino en los atropellos en las
carreteras, seguidos muy de cerca por el furtivismo.
Todavía se siguen viendo en los medios de
comunicación titulares como ‘mueren dos ejemplares de lince atropellados en
sendas carreteras de Doñana’. Acabar con este problema es un trabajo que
organizaciones como WWF lleva haciendo «desde hace mucho tiempo». Para poder
solucionarlo, explica que lo más importante es limpiar los bordes de las
carreteras para «que el lince vea al coche» y, lo más importante, «que el
conductor vea al lince antes». Otra herramienta para acabar con esto es la
señalización, pero que sean más dinámicas, ya que al tener una señalización
fija la gente de la zona «acaba por acostumbrarse y pasa de ella», indica
Ayala. La medida para evitarlo es introducir señalizaciones en las carreteras
«que funcionen sólo cuando haya animales cerca o que detecten la proximidad de
fauna a las carreteras».
Otra de las causas de mortalidad de esta especie y,
contra la que se sigue luchando día a día, es la caza furtiva. «Es un tema muy
complicado, porque es muy difícil de detectar», explica Ramón Pérez de Ayala, que
piensa que la mejor herramienta para terminar con este problema consiste en
«más vigilancia y más equipos que trabajen sobre el terreno para localizar
posibles puntos» donde se dé este problema.
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