El lince ibérico llega a los 1.668 ejemplares y huye de la extinción
El lince ibérico (Lynx pardinus) continúa su
expansión y va de récord en récord. El último censo, publicado este viernes,
eleva a 1.668 ―1.105 adultos o subadultos (entre uno y dos años) y 563
cachorros― el número de ejemplares en libertad en 2022, con 300 individuos más
que el año anterior. Esta cifra sitúa a la población del felino a medio camino
de que pueda ser catalogada como totalmente viable y fuera de peligro, indica
la organización conservacionista WWF. La especie, todavía en peligro de
extinción, alcanzará un estado de conservación favorable cuando el censo logre
situarse entre 3.000 y 3.500 individuos con 750 hembras reproductoras ―en la
actualidad, hay 326―. Queda trecho por recorrer, pero los resultados invitan al
optimismo, dado que en el inicio del programa de recuperación, hace 20 años,
tan solo sobrevivían 94 linces en libertad en la península Ibérica, en dos
rincones separados de Andalucía (Doñana y la sierra de Andújar). Estaba a un
paso de irse a pique.
El grupo de trabajo del lince que coordina el
Ministerio para la Transición Ecológica destaca en el informe anual de
seguimiento la tendencia al alza continuada de la especie desde 2015, pero
observa “el aumento significativo” con cautela debido al grado de amenaza que
todavía soporta. En total, se han contabilizado 563 nacimientos en 2022, con
una productividad global ―número de cachorros nacidos por hembra reproductora―
de 1,72.
En la península Ibérica existen 15 núcleos con
presencia estable de ejemplares, la mayor parte de ellos se localizan en
España, menos uno situado en Portugal, en el valle del Guadiana, con 261
individuos. Las zonas con más abundancia de ejemplares se encuentran en el
entorno de Sierra Morena, con 782 linces; los Montes de Toledo, con 272; el
valle del Guadiana, en el que viven 261 individuos, y el área de Matachel, en
Extremadura, que acoge a 138. España cobija al 84% de la población total, y
Andalucía es el lugar que alberga mayor cantidad de linces, seguida por Castilla-La
Mancha y Extremadura.
“Es sorprendente el éxito de la población de los
montes de Toledo, que ha conseguido 53 hembras, igualando al área de Andújar, y
de la de Portugal, donde se han contabilizado 49 hembras”, señala Ramón Pérez
de Ayala, responsable del lince en WWF. Es muy buena noticia, “porque significa
que hemos logrado poblaciones grandes″, añade. La clave del éxito es la
abundancia de conejo, fundamental en la dieta del lince, y hay muchas áreas
donde el herbívoro casi ha desaparecido atacado por plagas diversas, y su
recuperación es complicada.
La línea ascendente de la especie solo se puede
mantener con la creación artificial de nuevos emplazamientos de reproducción
del lince. “El problema con la dispersión natural es que se tiene que dar la
casualidad de que un macho y una hembra se encuentren en el mismo lugar y de
que, además, sea la época de celo”, explica Pérez de Ayala. En ocasiones, han
observado como una hembra permanecía tiempo en un territorio nuevo y pensaban
“esta va a ser una buena zona”, pero cuando llegaba el celo regresaba a su
lugar de origen al no encontrar pareja. En 2022, echó andar una nueva área de
reintroducción en Sierra Arana (Granada) y Lorca (Murcia) recibió a tres
ejemplares en febrero de este año. Se está trabajando en localizar terrenos
propicios en Castilla-La Mancha o Madrid, “pero lleva tiempo”, puntualiza el
experto de WWF.
Mientras los humanos sondean las posibles zonas de
reintroducción, los linces hembra en libertad sorprenden, de tanto en tanto,
criando en lugares tan inverosímiles como dentro de una caja de madera en un
cortijo habitado en el valle de Matachel (Badajoz), ante la sorpresa del
propietario. O en el pajar en desuso de una finca privada de Ciudad Real, en
Sierra Morena, que han convertido en un paritorio habitual y que este año han
compartido una madre y su hija para tener a sus camadas.
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