Hallan un escarabeo egipcio de hace 2.700 años en un pueblo de Ciudad Real
Un reloj de lujo marca Rolex, un cochazo de alta
gama, una mega mansión o incluso comer carne bañada en oro de 24 quilates.
Estas son algunas de las señas de identidad que diferencian a un
multimillonario en tiempos presentes. Objetos que distan mucho de los que entre
los siglos VII y III antes de Cristo (a.C.) portaban los ricos y poderosos en
la Península Ibérica y, en concreto, en el mundo íbero, que podían ir desde
cráteras griegas procedentes de la misma Atenas hasta un escarabeo egipcio de
la XXVI dinastía.
Tal como detalla el diario ABC, unos símbolos de
poder que se han encontrado ahora en un olivar a las afueras de Alcubillas, un
pequeño municipio de la provincia de Ciudad Real, durante las excavaciones de
la necrópolis de El Toro, un yacimiento arqueológico descubierto en 1983 en el
que ha aparecido la tumba de un importante príncipe íbero. En su enterramiento,
este miembro de la élite de la jerarquía oretana, como se conocía a los
pobladores de esta región, fue inhumado con diversos elementos que son los que
se han hallado.
Castilla-La Mancha llega así a las 670 declaraciones
como Bienes de Interés Cultural, de las que 24 han sido esta legislatura y hay
otros 20 expedientes en diferentes fases previas a su declaración
Unos 5.000 kilómetros son los que separan Egipto de
Alcubillas, un pueblo de menos de 500 habitantes donde hace poco se ha
producido uno de los mayores descubrimientos arqueológicos ya no solo de la
provincia de Ciudad Real, sino de la Península Ibérica: el hallazgo de un
escarabeo de piedra egipcio. Este objeto era una especie de amuleto de vida y
poder, con forma de escarabajo coleóptero (Scarabaeus sacer), que representaba
al Sol naciente, se usaba contra el mal de ojo y permitía el paso a la vida
eterna.
De hecho, el escarabeo que ha aparecido en esa tumba
lleva el cartucho real de un faraón egipcio de la XXVI dinastía y ahora se
puede contemplar en la exposición 'Atempora' del Museo de Ciudad Real. Así se
lo explica a ABC José Luis Fuentes Sánchez, director de proyectos de la empresa
Oppida y uno de los dos arqueólogos que, junto con Luis Benítez de Lugo Enrich,
de la Universidad Complutense, han comandado un equipo que lo ha localizado.
Un grupo de profesionales del que también forman
parte María Benito Sánchez y Alexandra Muñoz García, forenses del Laboratorio
de Antropología y Odontología Forense de la Escuela de Medicina Legal de la
Universidad Complutense de Madrid. En ello también han trabajado Manuel Blanco
y María Cruz Medina, del servicio de Conservación, Restauración y Estudios
Científicos del Patrimonio Arqueológico (Secyr); María José López Grande, del
departamento de Prehistoria y Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Autónoma de Madrid, y Helena Jiménez Vialás, del departamento
de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad Complutense de
Madrid.
En total, según informan, han sacado unas 5.000
piezas extraídas entre los años 2016 y 2017 de la necrópolis de El Toro, que
debe su nombre a la aparición allí de una escultura tallada en arenisca roja y
de bulto redondo que representa un toro. El hallazgo de la tumba múltiple T5
abc, que es su denominación, fue motivo de «sorpresa y emoción», subrayan. En
el lugar se encontraron in situ tres urnas diferenciadas, donde se documentaron
cuatro individuos cuyos huesos habían sido cremados. La urna P10 de la Tumba
5a, otra de las que apareció, permitió extraer una cuenta de pasta vítrea
quemada y estallada, así como una pieza completa del escarabeo, también
sometido a la acción de fuego en el proceso de cremación de los cadáveres. Se
recogieron 1.375 gramos de material óseo calcinado pertenecientes a dos mujeres
adultas que habían sido introducidas en la misma urna cerámica.
Tal y como lo describen, el escarabeo tiene dos
líneas incisas, que separan el tórax y las elytra y otra para la división de
estas entre sí. Está perforado de lado a lado, lo que posibilitaba su engarce
en un collar. En la base plana del reverso lleva la inscripción con cinco
caracteres jeroglíficos egipcios insertos en un cartucho ovoide que los
circunda. Se lee el antropónimo p-s-m-T-k, un nombre de probable procedencia
libia adoptado por tres monarcas del Reino Nuevo de la Dinastía XXVI o Saíta,
Psamético I (664-610 a.C.), Psamético II (595-589 a.C.) y Psamético III
(526-525 a.C.).
Pero, ¿por qué es tan importante este
descubrimiento? «Es excepcional porque convertiría a esta necrópolis
orientalizante en uno de los espacios rituales de cremación de la jerarquía
oretana más antiguos de la provincia de Ciudad Real», asegura José Luis Fuentes
Sánchez, que dice que las dataciones de los materiales allí encontrados parten
desde finales del siglo VIII hasta el siglo III a.C. Además, indica que el
lugar guarda mucho paralelismo con otros hallazgos emblemáticos como el
Monumento de Pozo Moro, otra tumba de época íbera que se encontró en Chinchilla
de Montearagón (Albacete) y que hoy puede contemplarse en el Museo Arqueológico
Nacional de Madrid.
Este hallazgo confirmaría la existencia de
relaciones comerciales de larga distancia con el Mediterráneo oriental,
establecidas entre las poblaciones indígenas de toda la Península Ibérica y, en
este caso particular, los pertenecientes a la etnia oretana los tendrían con
comerciantes fenicio-púnicos. «Los oretanos no solo realizaban adquisiciones
para su viaje al más allá, sino que además las oligarquías y sus clientelas se
hacían construir monumentos funerarios turriformes, así como otros denominados
pilares estela, en el que se reflejaban las heroicidades del linaje al que
pertenecían los difuntos», afirma el arqueólogo.
Además, han hallado evidencias de un paisaje
funerario conformado por túmulos que cubren tumbas en hoyo, túmulos sobre
plantas cuadrangulares, que amortizan tumbas de una etapa anterior y sobre las
que se depositaron interesantes urnas de procedencias lejanas, como la Crátera
de Hermes. Según señalan, se trata de «un objeto muy interesante, manufacturado
en Grecia en torno a mediados del siglo IV y que destaca por su cuidado
estilismo pictórico». Ha sido hallada en fragmentos, acompañada de un centenar
de restos escultóricos pertenecientes a los monumentos de algún príncipe
oretano, cuyo monumento fue objeto de destrucción sistemática hacia mediados
del siglo IV a.C.
Los investigadores se encuentran trabajando ahora
sobre los modelos 3D de las piezas para poder recomponer los monumentos que se
hallaron desmontados durante las excavaciones arqueológicas. En el conjunto
entregado al Museo de Ciudad Real se encuentra un fragmento de cabeza de un
príncipe oretano de entre los siglos V y VI a.C. Sus rasgos orientales remiten
a modelos típicos para esta época, que concuerdan con la antigüedad y
arcaicidad de la escultura del toro.
De este posible monumento se han hallado elementos
arquitectónicos como golas y restos de las escalinatas del podio del pilar, motivos
vegetales (roleos y ovas), fauna (pezuñas de toro, cañas de caballo, cuartos
traseros de caballo y felino). «Se trata de un puzle incompleto de uno o varios
monumentos escultóricos que nadie ha visto montado desde hace 2.400 años»,
apuntan los responsables de la excavación.
Los trabajos en la necrópolis continuarán
próximamente, cuando se presenten a la comunidad científica los resultados de
las excavaciones y de las largas investigaciones que se han realizado en estos
cinco últimos años. El equipo de investigación es multidisciplinar y
participan, además de arqueólogos, especialistas en cerámica, metales,
escultura, antropología, conservación y restauración.
Los terrenos de la necrópolis han sido adquiridos
por la empresa E2IN2, con una inversión de más de 50.000 euros, con el fin de
garantizar su conservación y preservar su expolio. Los responsables de la
excavación de este yacimiento agradecen esta ayuda privada, algo que no ha
hecho ni el Ayuntamiento de Alcubillas ni la Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, se lamenta Fuentes Sánchez, que dentro de poco espera poder anunciar
más novedades de este lugar único.
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